En plena era digital, los
antiguos discos de viniloregresan
para ocupar un lugar en las estanterías de las tiendas de discos y en las
bibliotecas personales de los fans, quienes están dispuestos a pagar un poco
más sólo para tener esas ediciones especiales.
Debido a la digitalización de la
industria de la música, y un crecimiento exponencial de las descargas legales
(e ilegales) de canciones a través de Internet, las nuevas producciones se
están volcando al viejo formato de discos de vinilo, utilizando tecnología
moderna, para que escuchar un álbum vuelva a ser un rito.
Son tesoros
redondos en cuyos surcos se descubren canciones y se guardan memorias, y además
tienen una fidelidad a prueba de balas entre muchos melómanos, incluso en el
sonido.
Los discos de vinilo son de
esas posesiones que todos tenemos almacenadas en una caja, al fondo del clóset
o junto a la memorabilia de los años mozos de nuestros padres, tíos o abuelos.
Si usted nació a principios de los noventa —razón suficiente para dejar de
hablarle desde el título de “usted”; como su mayor, me merece respeto—, es
probable que no sepa a ciencia cierta cómo se reproduce este arcaico formato
musical. Si es así, qué vergüenza.
Sin embargo, eso se corrige
con cinco minutos de instrucción, sin la supervisión de un adulto responsable,
sólo de aquel que atesora sus acetatos como usted lo hace con sus descargas
ilegales. Y le conviene aprender, porque dicen los números de la industria que
los manufactura que el apogeo que vivieron los grandes LP (es decir, long play, por su duración) durante
casi todo el siglo XX, está de vuelta.
Claro, nunca dejaron de
producirse, pues siguen siendo herramienta favorita de dee-jaysen todo lo ancho del mundo
—gracias a su sencilla manipulación—, y es parte de las ediciones limitadas de
muchas bandas del género alternativo y electrónico. Sólo como dato curioso, el
disco gira en la tornamesa en el sentido de las agujas del reloj, y la primera
canción es la que se encuentra en el borde exterior; el track final
es el que está más cerca del centro. Sólo para aclarar, pues supe de alguien
que no tenía en mente la mecánica básica.
UN POCO DE HISTORIA
Antes
de los acetatos, un inventor francés quería reproducir gráficamente el sonido.
Así que creó el fonoautógrafo, a mediados del
siglo XIX, que grababa sobre discos de papel una progresión, que no podía
reproducir después.
Unos años más adelante,
surgió el gran plagiador de la ciencia moderna: Edison, quien después de
robarle a Tesla su patente para hacer otra menos interesante (menos práctica,
más cara y aburrida) con la energía eléctrica, se concentró en la música, y
desarrolló el fonógrafo, el primero en tocar
música grabada, sólo que entonces no era con discos, sino con cilindros.
A quien se le ocurrió
utilizar un disco de material sintético fue a Emile Berliner a menos de 20 años
del cambio de siglo, y, de nuevo, Edison realizó su propia versión y creó el
suyo, de cuatro pulgadas y medio de diámetro, que corría a 160 revoluciones por
minuto. Y de ahí en adelante, se mejoró el prototipo; a partir de los locos
años veinte, la patente de estos productos expiró, por lo que muchos comenzaron
a producirlos, reemplazando a los cilindros de Edison.
Poco
a poco, hacerse de un disco fue más asequible, así como los fonógrafos, y luego
las tornamesas, las almas de muchas fiestas en casa, hasta que el disco
compacto llegó al entretenimiento. Diferentes tamaños y duraciones se
introdujeron, desde aquellos de siete pulgadas, con cuatro minutos de duración,
que sólo se escuchaban de un lado, hasta los de doce pulgadas, con alrededor de
30 minutos por cara.
EL SONIDO
El
proceso de grabación de la música en un acetato es tan complicado que parece un
acto de magia. Eso de convertir en líneas una sinfonía no cuadra, a menos que
un ingeniero nos lo ponga con peras y manzanas, pero si le queda la duda haga
clic aquí. En cuanto a la calidad
de las grabaciones, le comparto que escuchar una canción desde un acetato puede
ser una experiencia más enriquecedora, que hacerlo desde un formato digital, ya
que los bajos, batería y sonidos graves le añaden un toque más profundo a
cualquier composición. La alta fidelidad, término que se inventó para estos
discos, no le pide nada a un compacto o mp3, que si le añade un buen par de
bocinas, es posible que cuando compare la “Shine on you crazy diamond” de su CD
con la de un LP, encuentre texturas —no, no la del característico scratch o
el polvo acumulado— nuevas.
LO MÁS DIFÍCIL: DÓNDE ESCUCHARLOS
Seguro
que de un tiempo para acá, se arrepiente de haber tirado a la basura o mal
vendido su tocadiscos. Ya fuera sesentero o uno de esos modulares con doble
casetera, lo extraña. Tiene dos opciones: comprar una nueva o una usada.
Gracias al boom que
viven los discos de vinilo, ya surgen sus reproductores con nuevos aditamentos,
como un cable USB para transferir la música a la computadora o un adaptador
para el iPod (éste, oéste).
De esta manera, se almacena la música, en caso de que se trate de discos que
guarda desde hace mucho tiempo, y no gasta los acetatos. Porque eso sí,
tocarlos constantemente, como lo hacemos con un compacto, les resta la vida
útil. No compre tornamesas con
apariencia retro: no duran.
“La industria musical no va a dar pasos atrás,
primero porque el material para hacer los vinilos se nos está acabando
(petróleo), además de que los reproductores de LP ya no son tan comerciales”,
dice Marcus Cassani, antiguo ingeniero de corte de la RCA.
“Estamos
regresando, más bien, a esta actividad de comprar el vinil más como un arte
objeto.
NOSTALGIA
RENTABLE
Para
Amaral también es una buena forma de volver al pasado y de dotar a su música de
un valor agregado. “Sí en un poco caro producir un vinilo, sobre todo porque
las máquinas que los hacían son raras y costosas, nosotros tuvimos que rentar
una para poder hacer el nuestro pero, si por mi fuera, yo grabaría siempre en
vinyl”, dice Eva Amaral, sobre su disco titulado Hacia lo salvaje.
El
ingeniero Cassani considera que el problema no es hacer la grabación como tal,
sino realizar la producción del disco físicamente. “Se tiene que hacer el
proceso de prensado y grabado del vinilo, lo cual lleva algunas complicaciones
teniendo en cuenta que esas máquinas ya no son comunes”, explica.
Hoy
en día conseguir un vinilo de una banda reciente y mexicana no es tan costoso
como sí se tratara de uno importado y de un artista internacional. En una
conocida tienda de discos en México los
precios pueden variar, el precio más barato es de 450 pesos, mientras que uno
de los más caros oscila entre 800 y 900.
Para
algunos coleccionistas o verdaderos seguidores de algunas bandas, gastar
algunos pesos extras no es ningún problema, y menos si se trata de un trabajo
especial, que suele incluir un arte diferente en la portada y hasta en el disco
mismo.
“Los
coleccionistas tienen un espíritu de lo tangible, ellos quieren cosas que
ocupen espacio, además de que cuando algo se puede romper le da más valor”,
comentó el español de Vetusta Morla.
La investigadora Amanda Ghassaei ha diseñado una técnica con la que es posible pasar los archivos musicales que se
tienen almacenados en formato digital a un disco de vinilo. Para ello ha utilizado una
impresora 3D cuyo resultado final son unos prototipos de discos de 33 rpm que
pueden reproducirse normalmente, con las clásicas agujas y sin ningún gasto ni
esfuerzo adicional por parte de quien los escucha.
Por el momento, el sonido logrado es de baja resolución, ya que la frecuencia de
muestreo está limitada a 11kHz y 6 bits de resolución. En comparación, la
frecuencia de muestreo de un archivo MP3 convencional es de 44,1 kHz y su
resolución 16 bits. Ghassaei reconoce que la calidad de estos vinilos no es comparable a la de los
clásicos,
ya que aún debe mejorar aspectos básicos como el sonido. “Este proyecto es mi
primera experiencia más allá de la electrónica”, detalla Ghassaei en Instructables.
Para imprimir los discos
utilizó una impresora 3D llamada Objet Connex500. Esta máquina ofrece una
resolución de 600 puntos por pulgada en los ejes cartesianos X e Y, y 16 micras
en el eje Z, unas cifras que se encuentran entre las resoluciones más elevadas
en cuanto a impresión 3D hasta la fecha. La investigadora reconoce que “a pesar de esta precisión”, la
impresora aún no puede reproducir la resolución de un vinilo real. No obstante, afirma que su
esperanza con este proyecto era que a pesar de los defectos, la máquina fuera
capaz de general algo reconocible, y así ha sido. El resultado del proyecto
puede escucharse aquí.
La calidad del sonido resultante es mejorable pero Ghassaei
demuestra con su técnica que es posible trasladar el contenido de esos archivos
digitales a un soporte físico y que este a su vez puede ser reconocible por un
reproductor convencional. Este
experimento es otra prueba de cómo se está investigando con posibles
aplicaciones de las impresoras 3D. Prótesis personalizadas y equipos que
utilizan material biológico son dos de los campos que parecen tener una mayor
proyección de futuro.
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